Existe una estrecha conexión entre la pureza y la felicidad. No aquella felicidad efímera que depende de eventos y circunstancias favorables, sino la felicidad verdadera, fruto de un profundo trabajo interior. Cuando no consigo purificar las negatividades que se instalan en la mente permanezco descontento delante de mi incapacidad de cambiar. Pero cuando consigo hacer una limpieza en mis pensamientos y sentimientos quedo satisfecho con la silenciosa victoria personal y experimento felicidad sin límites.