La verdad es el gran poder de nuestras vidas. Primeramente tenemos que ser verdaderos con nosotros mismos, pensar, hablar y actuar de acuerdo con los valores morales más elevados. Cuando somos verdaderos con nosotros, también somos verdaderos con los demás y con Dios. Ser verdadero con Él significa elevar nuestra espiritualidad y desarrollar nuestras obligaciones con honestidad, desapego y humildad. Ser verdadero con los demás es tener profunda compasión, generosidad y una fe inmensa en la bondad de cada uno.