La llave para la verdadera percepción de Dios reside en ser introvertido. La introversión permite que el intelecto se estabilice y que los poderes de concentración y estabilidad se desarrollen. La extroversión nos impide reconocer a Dios porque eleva demasiado nuestra atención hacia situaciones externas. Por tanto, en vez de sobrecargar el intelecto en la tentativa de entender las negatividades que provocan las situaciones, necesitamos empeñarnos en reconocer a Dios. Cuando ese reconocimiento madura, percibimos que la situación que emerge ante nosotros es sólo un juego, la situación no soy yo. De esa manera es posible mantenerse seguro y protegido.
Dadi Janki