Nuestra consciencia es el receptáculo de nuestra sabiduría moral, la fuente de nuestras intuiciones éticas. Es el amigo más cercano que observa nuestro desempeño y nos incentiva a mejorar nuestro papel en la siguiente escena. Ser consciente es escuchar la voz interior y no dejarse influenciar por las voces y opiniones externas, porque lo cierto sigue siendo cierto, aunque todos los demás hagan algo errado.